OPERATIVO CÓNDOR
Un grupo de 18 jóvenes argentinos tomaba un avión DC4 de Aerolíneas Argentinas y lo hacía aterrizar en Malvinas

El 28 de septiembre de 1966, 18 militantes nacionalistas secuestraron un avión de Aerolíneas Argentinas, aterrizaron en las islas Malvinas e izaron la bandera nacional.

San Juan 08:58  28/9/2022
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El 28 de septiembre de 1966, un comando armado de 18 estudiantes, obreros, sindicalistas y periodistas, en su mayoría militantes peronistas y nacionalistas, secuestraba un avión Douglas DC-4 LV-AGG de Aerolíneas Argentinas, que había partido desde Buenos Aires a la 00:34 y tenía por destino a Río Gallegos, y lo desviaba, aterrizando en las islas Malvinas unas horas más tarde. 

Los jóvenes se llamaban a sí mismos «cóndores»; casi todos eran peronistas. La edad promedio del grupo era de 22 años. El Operativo Cóndor -como fue bautizada la acción armada- fue comandado por Dardo Cabo, de 25 años de edad, periodista, metalúrgico y activo militante peronista nacionalista, hijo del sindicalista Armando Cabo. 

El comandante de la aeronave era Ernesto Fernández García, y entre los pasajeros figuraba el gobernador del por entonces Territorio Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, contraalmirante José María Guzmán. También viajaba en el avión el periodista y empresario Héctor Ricardo García, dueño del diario porteño Crónica.

Hacia las 6 de la mañana, cuando el avión, con 35 pasajeros a bordo, sobrevolaba la ciudad de Puerto Santa Cruz, los integrantes del grupo tomaron las armas que llevaban ocultas en los equipajes y consiguieron el control del avión: Dardo Cabo y Alejandro Giovenco se dirigieron a la cabina, donde exigieron al piloto que torciera al rumbo 105, hacia Malvinas. 

Este alegó falta de combustible y desconocimiento de la ruta de navegación correspondiente, pero finalmente obedeció las órdenes. Para no atemorizar a los pasajeros, se les informó que la aeronave regresaba a Comodoro Rivadavia. 

El aterrizaje. 

El piloto logró encontrar la ubicación de las islas gracias a las diferencias en el patrón de la cobertura nubosa que frecuentemente las cubre. 


Entre algunos claros divisaron tierra firme y tras algunas rondas de reconocimiento que les permitieron localizar la entonces población de Puerto Stanley, aterrizaron a las 08:42 en la pista de carreras de caballos de 800 m de largo, después de haber sobrevolado durante 40 minutos el lugar para gastar combustible, detrás de la casa del gobernador inglés Cosmo Haskard (ausente ese día), sobre una pista para carreras hípicas. 

Abrieron las puertas, se tiraron con sogas, desplegaron delante del avión en forma de abanico e izaron siete banderas argentinas.​Debido a la dirección del viento el avión debió aterrizar alejándose del poblado, por lo que el grupo descartó la variante A -tomar la casa del gobernador.- ya que se carecía del elemento sorpresa. 

Los jóvenes descendieron, nombraron al lugar como Puerto Rivero, en homenaje al gaucho entrerriano Antonio Rivero que en 1833 había resistido la invasión británica al archipiélago, y desplegaron siete banderas argentinas en las inmediaciones: cinco en los alambrados, otra en el avión, y la restante en una especie de poste de hierro cercano hincado en el suelo que sirvió así de mástil. 

Numerosos civiles malvinenses (kelpers) se acercaron a ver qué ocurría. Algunos fueron tomados como rehenes, entre ellos el jefe de policía y el jefe de los marines británicos. Entre los restantes el comando distribuyó una proclama escrita en inglés; el texto informaba que los jóvenes no eran agresores sino argentinos que consideraban a las islas como parte de su propio país. 


Al poco tiempo el avión fue rodeado por la Fuerza de Defensa de las Islas Malvinas, a las que se unió casi un centenar de civiles kelpers. El radioaficionado Anthony Hardy reprodujo la noticia, y su señal fue captada en Trelew, Punta Arenas y Río Gallegos, retransmitiéndose a Buenos Aires. 

Por la tarde, los civiles e infantes de marina británicos trabajaban en la instalación de reflectores, altoparlantes con música marcial, y nidos de ametralladora en las inmediaciones del avión. En los siete jeep ubicados delante y detrás del avión se habían apostado policías, infantes y civiles armados; en lo alto de un cerro vecino se habían desplegado tres carpas de campaña con refuerzos militares. 

Por pedido expreso del líder del comando argentino, el padre Rodolfo Roel (de origen holandés), sacerdote católico de la isla, ofició una misa en castellano en el interior del fuselaje. Gracias a las gestiones del párroco, los tripulantes y pasajeros pudieron ser alojados en casas de familia de los isleños. 

A las 04:30 del día siguiente, el gobernador británico, Cosmo Haskard, emitió un comunicado en el que exigía la rendición incondicional del grupo. Afirmaba que los soldados y policías tenían órdenes de disparar. 

El comando argentino se negó a entregarse. A las 15:00 hubo otra gestión con ese mismo propósito, esta vez a cargo del padre Roel, que también tuvo resultado negativo. 

Horas después se arribó a un pacto: los argentinos dejarían las armas en el avión, como nave argentina, y serían acogidos por la Iglesia católica, quedando a cargo del padre Roel. No hubo rendición, los cóndores marcharon a la iglesia con sus banderas argentinas consigo.