
San Juan 10:44 27/9/2021 - elinformadordecuyo@gmail.com
Ella había nacido en Berna, Suiza, en algún momento de 1905, bajo el nombre de Rosa Martha Rossi Hoffmann. Era hija de un italiano y una alemana. Su padre trabajaba en una fábrica de chocolates y su madre era ama de casa.
A sus quince años, ya se había escapado a Viena y Budapest, y a principios de los años veinte empezó su carrera de actriz. Se dedicaba a la actuación en el teatro en Viena (Austria), siendo además actriz en varias películas para el cine alemán bajo el sello de UFA, utilizando el seudónimo Myriam Stefford.
En 1928, a los 23 años, conoció en Venecia al argentino Raúl Barón Biza. Nacido el 4 de noviembre de 1899 en Villa María, Barón Biza era un político y escritor millonario cuyas opiniones y escritos solían suscitar polémica y que, a medio siglo de su muerte, sigue envuelto en una bruma de misterio y escándalo.
Tras un romance de película, se casaron el 28 de agosto de 1930 con una fastuosa ceremonia en la basílica de San Marcos, en Venecia. Después de vivir algún tiempo en Europa, la pareja se afincó en Argentina, alternando la residencia porteña con la estancia familiar del Barón Biza, Los Cerrillos (rebautizada Myriam Stefford”), situada en Alta Gracia.
La joven dejó la actuación a pedido de su esposo, pero comenzó a cultivar otra pasión: la aviación.
Myriam Stefford consiguió su licencia de piloto en tiempo récord y decidió lanzarse a recorrer las 14 capitales provinciales de aquel entonces en lo que se denominó “El raid de las 14 provincias”.
Iba a ser la primera mujer en Sudamérica en completar tal proeza. Ella no viajaba sola, la acompañaba el experimentado Ludwig Fusch, un piloto militar de la “escuadrilla negra”, de la aviación alemana durante La Gran Guerra. Ahora era instructor, precursor de la aviación argentina. Empresario aeronáutico y representante de los aviones Messerschmitt que estaba a punto de casarse con Amy Schsamme.
El avión era un pequeño monoplano biplaza alemán modelo BFW M-23b con motor de 80 caballos de fuerza construido con madera de pino al que Myriam había bautizado Chingolo. Ella dijo en una oportunidad “Yo confío en mi Chingolo, que sabrá comportarse como un águila, a pesar de sus pequeñas proporciones”, había declarado al diario La Razón el día antes de partir.
El 18 de agosto de 1931, Stefford y Fuchs despegaron del autódromo de Morón. Querían completar el raid de 4100 kilómetros en cuatro días. La primera etapa concluyó esa misma tarde cuando llegaron a Corrientes. Al día siguiente, viajaron a Santiago del Estero y, en la tercera etapa, a Jujuy. Sin embargo, al aterrizar chocaron contra un alambrado que destruyó parcialmente el avión.
En su determinación, Myriam aceptó una aeronave similar que otro piloto les ofreció para continuar y desde allí volaron a Salta, Tucumán y La Rioja.
El 26 de agosto de 1931 partieron hacia San Juan, pero mientras sobrevolaban el paraje semidesértico de Marayes en el rebautizado Chingolo II, lo que hasta ahora siempre se consideró un accidente aéreo, terminó con la vida de ambos.
Myriam no llegó a cumplir los 26. Se escucharon rumores de sabotaje, pero las pesquisas no avanzaron y el caso murió ahí. Es lo que hizo. Los cuerpos llegaron a Buenos Aires y cinco mil personas acompañaron la carroza fúnebre tirada por ocho caballos que marchaba rumbo a la Recoleta.
Mientras el cortejo se desplazaba por avenida Callao, aviones privados y militares volaban en círculos y arrojaban ramos de flores a la multitud. Raúl había sido magnífico en las horas de gloria y ahora lo era en las horas de dolor.
Según cuenta la historia, Myriam fue enterrada junto a sus joyas, incluido el famoso diamante Cruz del Sur de 45 quilates, a seis metros de profundidad. Sus restos están protegidos por toneladas del más sólido de los cementos, además de un complejo dispositivo de explosivos que estallaría ante el acceso de cualquier intruso.
Por si esto fuera poco, en la entrada hay una inscripción que reza: "Maldito sea todo aquel que se atreva a profanar esta tumba"
Algunas leyendas alrededor de esta historia sostienen que Baron Biza descubrió un amorío entre Myriam y su piloto, por lo que a propósito envió el avión Chingolo II con una falla que ocasionaría el accidente.
La causa está en investigación desde marzo de 2015, debido a que una historiadora descubrió en fotos periodísticas de esa época algunos detalles extraños en los dos cadáveres: aparentes heridas de bala en sus rostros y ambos cuerpos intactos a pesar del incendio de la aeronave. Además, la pareja de aviadores volaban siempre, como se estilaba en esa época, con uniformes de pilotos y en las imágenes históricas se los puede ver con ropa de civil.
En el lugar, un monolito instalado por Barón Biza reza “Un buen morir honra toda una vida”. El viudo no se conformaría con este pequeño gesto y, en 1935, mandó a construir el inmenso mausoleo que se levanta como una flecha gris sobre la ruta que une Córdoba con Alta Gracia y que es popularmente conocido como “El Ala”.
Para recordarla siempre, Raúl Barón Biza le encargó al ingeniero Fausto Newton la construcción de un gigantesco mausoleo. Cerca de cien obreros polacos trabajaron en el mismo y en el año 1935 lo inauguró colocando el féretro de su amada en la cripta de ese monumento. El mismo es de hormigón armado, granito y mármol, y aún hoy se alza al costado de la ruta provincial 5, en el Paraje Los Cerrillos, entre las localidades de Alta Gracia y Córdoba, con una altura de 82 m y 15 m de cimento.
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