San Juan 18:35 12/6/2025
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El balcón que ahora concentra la atención política del país no está en la Casa Rosada, sino en un edificio antiguo de Constitución, en San José 1111. Allí vive Cristina Fernández de Kirchner, y allí también pidió cumplir los seis años de condena que le impuso la Justicia en la causa Vialidad.
Con 72 años, la exmandataria solicitó el beneficio de la prisión domiciliaria, y mientras se define su situación, ese rincón del sur porteño se convirtió en una mezcla de vigilia militante, mercado inmobiliario y baño público improvisado.
En ese contexto, se venden al menos dos departamentos en el mismo edificio donde reside la expresidenta. Uno de ellos, de seis ambientes y 111 metros cuadrados, se ofrece a 265.000 dólares. Otro, aún más grande -ocho ambientes y 191 metros cuadrados- se cotiza en 275.000 dólares.
Ambas propiedades están ubicadas justo debajo del balcón desde donde la exjefa de Estado saluda a sus seguidores, y figuran en sitios como ZonaProp y ArgenProp.
El entorno no es apto para quien busca paz: las paredes del barrio están cubiertas de grafitis con consignas como “CFK Vuelve”, en un guiño a la simbología peronista de la proscripción.
La esquina de San José y Humberto 1° se convirtió en punto de encuentro de militantes, cámaras de televisión, custodios, y vecinos curiosos. Y también, de emprendedores que se adaptan a las necesidades del momento.
Frente al edificio, un taller de carpintería decidió abrir sus puertas al fervor militante y colgó un cartel inusual: “Baño a voluntad”. El uso del sanitario, que normalmente usan los trabajadores del taller, quedó a disposición de quienes acampan o pasan largas horas en la vigilia. La propina, por supuesto, es bienvenida.
Además, en una estación de servicio ubicada a menos de cien metros del departamento, el agua caliente para el mate se convirtió en un bien preciado. Cargar un termo cuesta 500 pesos. Las heladeras del local están casi vacías y el stock habitual de viandas y bebidas ya no alcanza: no se trata de clientes de paso, sino de seguidores que llegan con la intención de quedarse por horas, o incluso por días.
En los últimos días, la expresidenta fue vista varias veces en su balcón, saludando a quienes se acercan a “bancarla”. Desde allí, frente a una concentración que por momentos se vuelve masiva, Cristina Fernández se muestra tranquila mientras sus abogados aguardan una definición judicial.
Mientras tanto, los vecinos, la militancia y el negocio inmobiliario conviven en una cuadra donde la rutina dejó de ser cotidiana.
Convertido en postal de la coyuntura política, el edificio de San José 1111 pasó de ser una residencia familiar a epicentro nacional.
Vivir allí, hoy, no solo implica convivir con el movimiento político que rodea a CFK, sino también pagar cientos de miles de dólares por ser vecino de la exmandataria. Y, quizás, compartir el baño con la militancia.