Este 10 de diciembre se cumple un año desde que el peronista Alberto Fernández ascendió al poder en Argentina. El abogado, profesor y político porteño tomó el mando de un país azotado por una profunda crisis económica y a las puertas de la pandemia. Aquí, un balance de sus primeros doce meses de gestión.
San Juan 11:56 10/12/2020 - elinformadordecuyo@gmail.com
Al principio había esperanza por el cambio. Un país ansioso por sacarse de encima el lastre del empobrecimiento. Alberto Fernández subió el 10 de diciembre de 2019 al hemiciclo de la Casa Rosada reinstaurando al peronismo como fuerza política y con muchas promesas. "Quiero ser el presidente que escucha, el presidente del diálogo", dijo al tomar el poder de una Argentina sumida en una profunda crisis económica y con una deuda externa galopante.
La marcha peronista sonaba de fondo mientras el nuevo dirigente porteño juraba el cargo, acompañado por su segunda al mando del Ejecutivo, la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner. El presidente saliente, Mauricio Macri, se enfrentó al frío saludo de la vicepresidenta, antigua rival política, al hacerle entrega de la banda albiceleste y el bastón de mando al nuevo jefe de Estado.
Recordando a Raúl Alfonsín, primer presidente de la nación después de la dictadura militar, Fernández inició un nuevo periodo político en Argentina. "Con la democracia se come, se cura y se educa", dijo el peronista, parafraseando a Alfonsín.
Los fuegos artificiales en la Plaza de Mayo pusieron fin a la jornada de toma de poder.
La sombra de la deuda pública en tiempos de pandemia
Cuando aterrizó en la Presidencia, Fernández no maquilló lo que pensaba respecto a la situación económica del país: dijo que asumía el mando de una nación en "virtual default" y con el 40% de la población en riesgo de pobreza.
Al segundo día de su proclamación, adelantó que Argentina tenía "la voluntad de pagar, pero no los medios para hacerlo", en referencia a la deuda externa del país con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y con acreedores privados.
Apostó por la fórmula de primero crecer para después poder pagar y por la renegociación de dicha deuda, que se situó como máxima prioridad en la agenda pública. Su plan era pedirle 24 meses de prórroga al FMI para tener un margen que le permitiera relanzar la economía nacional, estancada desde 2010.
El presidente confió en Martín Guzmán, a quien nombró como Ministro de Economía, para negociar la deuda. Lo repatrió desde la Universidad de Columbia, en Estados Unidos, donde el joven experto en finanzas estaba aprendiendo del Nobel de Economía Joseph Stiglitz. Con este objetivo en el horizonte, la popularidad del peronista fue viento en popa durante sus tres primeros meses de mandato.
Hasta que llegó el Covid-19 y lo cambió todo.
El presidente de Argentina, Alberto Fernández (derecha) y el ministro de Economía, Martín Guzmán, se saludan con los puños tras anunciar la reestructuración de una deuda extranjera de 66.000 millones de dólares, durante una ceremonia en el Palacio Presidencial de la Casa Rosada en Buenos Aires, el 31 de agosto de 2020.
El Ejecutivo se había propuesto una atrevida estrategia que consistía en negociar primero con los acreedores privados y después hacerlo con el FMI, en contra de la norma no escrita que dice que los países deben hacer lo opuesto. Según el plan, se esperaba llegar a un acuerdo con los acreedores de bonos para marzo, justo cuando explotó la pandemia y el Gobierno cerró la economía.
Las negociaciones se estancaron y la economía estatal se derrumbó, pero Guzmán logró cerrar un trato con los acreedores en agosto que quitaba 37.700 millones dólares de la deuda externa, un logro para el país. Actualmente, Argentina y el FMI están inmersos en negociaciones sobre la ampliación del plazo de pago de la deuda de 44.000 millones de dólares al 2024.
"Hoy, con tranquilidad, podemos decir que el objetivo que nos fijamos lo hemos logrado. Para la Argentina el acuerdo que hemos alcanzado significa 37.700 millones de dólares menos que deberemos pagar en los próximos 10 años", dijo Fernández durante una comparecencia pública del 29 de octubre.
Los analistas señalan que el resultado de la negociación es un avance importante para la nación. "Frente a un pesimismo generalizado, el resultado de la renegociación de la deuda externa ha sido sumamente exitoso, y no solamente en términos técnicos, sino también en lo referente a la opinión pública", señaló Mario Riorda, investigador en la Asociación Latinoamericana de Investigadores en Campañas Electorales (Alice) y docente experto en comunicación política.
Pero la gestión de la pandemia no resultó tan fructífera. El presidente incurrió en traspiés involuntarios durante sus conferencias de prensa ofrecidas en el marco de la cuarentena e hizo comparaciones prematuras con otros países, como Chile o Suecia.
Según Riodra, Fernández llegó a "auto referenciarse como modelo internacional a seguir", cuando las cifras indicaban que estaban muy lejos de serlo.
Como consecuencia, los niveles de aceptación de su administración cayeron más de 40 puntos desde el inicio de la emergencia sanitaria.
"Tras la pandemia, la visión del Gobierno es absolutamente dicotómica, estando la mitad de los argentinos a favor y la otra mitad totalmente en contra (de Fernández)", explicó el citado politólogo a France24.
Uno de los confinamientos más largos del mundo no ha impedido que Argentina registra más de 40.000 muertes desde el inicio de la propagación del virus. Además, hasta el 9 de diciembre, el país se encontraba en la novena posición mundial en número de contagios, según el conteo elaborado por la Universidad Johns Hopkins.
Las promesas y desafíos
Justo 11 días antes de imponer el confinamiento obligatorio en el país, el 9 de marzo, el dirigente argentino anunció que iba a presentar un proyecto de ley para la legalización del aborto. Una de sus promesas de campaña y tema de gran controversia en la historia reciente del país.
De conseguir sacar adelante la propuesta en el Senado y, a pesar de que esta genera cierto rechazo en el propio seno del peronismo y en la mayoría de la oposición, el presidente daría un paso contundente en su agenda política. "Si el Gobierno logra vencer, será un punto muy a favor para su agenda de ampliación de derechos", afirmó Riodra.
Llegó julio y, en medio del confinamiento, Fernández lanzó una noticia que causó revuelo: la reforma de la ley judicial. Una parte del pueblo argentino, ya descontento con una cuarentena que parecía eterna, arremetió contra el mandatario e insinuó que esta era una estrategia para enterrar las causas judiciales que Cristina Kirchner tenía pendientes.

El presidente se defendió alegando que la reforma era para darle "más independencia al poder judicial", especialmente mal visto por los argentinos, según las encuestas.
Pero no fue hasta noviembre cuando llegó el que fue, seguramente, el golpe sentimental más duro para la nación argentina. El astro del fútbol Diego Maradona murió y el país se vistió de luto para despedirlo. El presidente se sumó y publicó un emotivo mensaje de adiós en redes sociales. Menos de un mes después, le tocó hacer lo mismo con el técnico Alejandro Sabella.
La "grieta", expresión que se usa para denominar la gran polarización del país, sigue siendo una realidad en Argentina. La nación de tradición bipartidista cuenta con divisiones dentro de los propios movimientos, como pasa con el peronismo, que tiene varias ramas.
Cristina Kirchner, líder del llamado kirchnerismo, jugó la carta electoral de respaldar la candidatura de Fernández, que en ese momento no tenía posibilidades de ser elegido.
Esta misma condición ha hecho que las tensiones dentro del propio oficialismo se vayan notando, a través de confrontaciones sutiles entre los dos políticos. "El equilibro en el tándem de la Presidencia empieza a romperse a favor de Fernández de Kirchner dentro del peronismo y eso está socavando la imagen del propio presidente", aseguró Riorda.
Por su parte, la vicepresidenta hizo público este miércoles su balance del año de gobierno y destacó que su Administración había tenido que enfrentar "dos tragedias", la pandemia y la "economía arrasada que dejó el macrismo".
Fernández, de 61 años y padre de un hijo de 24, llega a su primer aniversario en la Presidencia con la reciente aprobación del impuesto a las grandes riquezas, el llamado Aporte Solidario, y con el debate de la propuesta de ley de la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) en el Congreso. Quedan por ver cuáles serán las siguientes promesas y desafíos que marcarán sus restantes tres años al mando, que hasta ahora parece marcado por la incertidumbre.
En todo caso, la pandemia de covid-19 irrumpió, afectando todos sus planes y su estrategia. Y probablemente, como él mismo lo ha dicho, el manejo de la pandemia y, ahora, de la campaña de vacunación, será la vara con la que la historia lo medirá. Si en su discurso de posesión afirmó que aspiraba a ser recordado por haber cerrado la "herida del hambre" en Argentina, desde que el virus se apoderó de la agenda apunta a algo muy distinto. Como lo dijo en un acto peronista en octubre: "somos los gobernantes de la pandemia y así nos recordarán".