Los que quebrantan la confianza, cometen un delito. Quizás de los peores.
San Juan 22/10/2018 - RedacciónSJ
En 1969, en la Universidad de Stanford, el profesor Phillip Zimbardo realizó un interesante experimento de psicología social. Dejó dos autos en la calle, abandonados. Eran idénticos: la misma marca, el mismo modelo y el mismo color. Uno lo dejó en el Bronx, por entonces –y por ahora también- una zona pobre y conflictiva de Nueva York. El otro lo dejaron en Palo Alto, una zona tranquila y adinerada de California. El coche del Bronx tardó poco en ser robado y luego destruido. En cambio, el coche abandonado en Palo Alto, se mantenía intacto.
Por aquellos días, los investigadores rompieron un cristal del automóvil ubicado en Palo Alto. El resultado de aquella ventana rota fue, sorprendentemente, muy similar al del Bronx: el vehículo fue destrozado por completo en pocos días.
A partir de ello, y con otros aportes de experimentos posteriores, se desarrolló la “Teoría de la ventana rota”. La misma concluyó que el delito es mayor en las zonas de mayor descuido, suciedad, desorden o maltrato material. Si un edificio, un auto o una comunidad humana manifiesta signos de deterioro y eso no parece importarle a nadie, ahí se generará enseguida el caldo de cultivo propicio para el delito. Si se cometen pequeñas faltas y no son sancionadas, pronto aparecerán faltas mayores, y luego transgresiones aún más graves.
Lo mismo sucede en Economía con la pérdida de confianza. Y, verdaderamente, los que quebrantan la confianza, cometen un delito. Quizás de los peores que se puedan cometer, ya que la confianza es la “piedra angular” desde la que se sostienen las expectativas, es decir, hacen a la predisposición para tomar decisiones. Y todos tomamos decisiones económicas. El sector gobierno es el que toma las más importantes ya que condiciona a todo el conjunto. Pero todos tomamos decisiones económicas, el ama de casa, el empleador que paga sueldos todos los meses, el emprendedor, el trabajador, el gran empresario y así vivimos millones de argentinos condicionados por la realidad y las expectativas que despierta.
Toda vez que los “Círculos Viciosos” se vuelven protagonistas, los vidrios se desparraman por todos lados. Inclusive, en algunos de ellos, se podrán ver gotas de sangre. Quebrantar el orden de las variables económicas es más fácil que edificar un sistema con bases sólidas. Nuestra historia es un claro ejemplo de ello y de cómo se aceleran y generalizan vertiginosamente estos vicios sociales en todos los niveles. Más que conductas viciadas, las conductas virtuosas son las que demanda nuestro tiempo. Parece de no creer, pero, esa sensación - que se vuelve certeza y termina en evidencia científica- que tarde o temprano las cosas en Argentina terminan mal, es tristísima. Fundamentada, claro que sí, pero tristísima.
Se acerca fin de año y, para algunos, los fantasmas de todos los colores, se asoman con piedras en las manos y no son “piedras angulares” precisamente, son piedras para romper los cristales de la confianza. De nuestra propia confianza como argentinos bien nacidos en esta tierra.
¿Podemos hacer algo para construir la confianza? ¿Podemos hacer algo para recibir las fiestas en Paz?