Ya no más. La Argentina cíclica era más tolerable cuando los errores se contemplaban sólo en lo económico. Hasta el 2001 era como un salsipuedes donde resultaba difícil encontrar la salida pero siempre había un indicio de que se podía salir; algo de luz se divisaba al final del túnel.
San Juan 18/10/2018 - RedacciónSJ
- (Por Rubén Lasagno) - Resultaba más esperanzador saber que “alguien” podía aparecer tras la derrota colectiva y aún comprendiendo las reglas del juego de nuestra querida Argentina cíclica, teníamos algún margen de certeza sobre un futuro en el cual alguien lograra pegar los pedazos para volver a soñar.
De esas épocas oscuras resurgió el desgarbado Néstor, arrastrando sus mocasines desde la Patagonia profunda, cuando derrotado por su propia impericia y avaricia, Menem tiró la toalla. El pingüino la recogió y aquella Argentina cíclica comenzó a transitar un nuevo camino; pero ya no fue cíclica, se transformó en un país sin retorno.
Cuando sucumbimos al desastre, la corrupción, el desborde, el populismo a rajatablas, el autoritarismo, el robo desembozado y a cara descubierta, la falta de ética y moral, la obscenidad de los bolsos, el lavado de dinero a mansalva, la deslealtad, la inmoralidad, el magnicidio y la traición a la patria en la que nos sumió el kirchnerismo en sus distintos engendros: La Cámpora, FPV, Kolina y el autodestruido PJ, conjunto representados en “Néstor y Cristina”, ya desesperanzados de todo, los argentinos asistimos impávidos al intento de repetir los mismos delitos por cuatro años más con la fórmula indecente “Scioli-Zanini”.
Pero una vez más, desde algún lugar del universo magnánimo y paciente donde moran los buenos espíritus, a la Argentina le dieron una nueva oportunidad en el 2015 y apareció un ignoto que como un imán se llevó los votos de los ciudadanos desesperados en no repetir la historia. Ya no importaba si eran buenos o malos, lo importante era sacar lo que estaba. Y así, esta combinación Viscosa de resentimiento, bronca, frustración y esperanzas, volcó a favor de los ignotos los votos de la clase media cansada de mentirosos, chorros, oportunistas y rufianes que habitan la República Argentina y usan a la política y al sindicalismo para asegurarse el futuro y el de su descendencia.
Hoy, es cierto, a los ignotos ya los conocemos y los juzgamos como torpes, bastante inútiles para revertir procesos económicos y financieros del país y con apego a muchas malas costumbres de la década pasada; sin embargo, aún así, la sociedad argentina se resiste a volver al oscurantismo que supimos conseguir durante el proceso kirchnerista, el cual destruyó las bases de la República, tanto financieras, políticas, como moral.
Los átomos de la bomba detonada en la década afanada, ayer comenzaron a fusionarse de cara al 2019 y tras el gran oxímoron que configura el eslogan “lealtad peronista”, todos unidos pero separados pretenden reunirse para obtener alguna ventajita sin reparar que ir juntos no es lo mismo que revueltos y si en nombre de la “unión partidaria” como votantes tenemos que volver a ver caras como las de Daniel Scioli, Moyano o Cristina Fernández, estamos condenados a un nuevo fracaso y me animo a decir, como persona, como votante y como periodista, que entre “cualquier cosa” y eso que se rearma como un Frankenstein político, elijo “cualquier cosa”, aún cuando la única salida sea repetir el pecado, sabiendo lo mal que la estamos pasando y lo futil de los personajes que nos gobiernan.
Las fotos del “peronismo” rejuntado, encolumnándose tras lo peor del kirchnerismo, es un canto al pasado más nefasto que no ha tocado vivir a los argentinos. Algunos como Sergio Massa que conservaban alguna posibilidad de resumir el voto de quienes nos negamos a tropezar con aquella roca enorme de corrupción y desidia, en la misma foto con Daniel Scioli y el mega millonario hiper kirchnerista Mansur, es muy fuerte y determinante.
El Papa sacándose una foto con Pablo Moyano, quienes con Hugo buscan un ancla para no ir preso por todo lo que se robaron en el Sindicato de Camioneros, no solo es patética, nos pone ante la clarividente realidad de que lo de Bergolgio con Cristina, Bonafini y Sala no fue casualidad ni una cuestión de humano perdón, es lisa y llanamente un alineamiento del “Pastor del mundo” con lo peor de la argentina.
El Papa representa muy bien el título discepoliano de “La Biblia y el calefón”; nunca mejor encarnado por quien el kirchnerismo escupió y fue vituperado, ninguneado, arrastrado, denunciado colaborador de las dictaduras y desaparecedor de personas y hasta sufrió al acto antirreligioso de Bonaffini y su pandilla, quienes le cargaron en el altar, cuando era Arzobispo de Buenos Aires.
Ahora el peronismo que no quiere visible la figura piantavotos de CFK, permite y admite a sus discípulos (Scioli, Bossio, Mansur, etc) para engañar al electorado de que son “la renovación”. Ella, agazapada en las sombras porque no puede dar la cara, espera una señal. No interviene en “El día de la lealtad” por razones obvias: no es ni leal, ni peronista ni decente. Es una oportunista a quien le han creado un universo mentiroso de supuesto 30% de votantes que no es tal.
El peronismo residual, sigue los cantos de sirenas y sueña con absorber esa cuota de votos, como si todo se resumiera a una ecuación matemática, sin reparar que en Argentina hay gente pensante y doliente. Hay quienes comulgan con el delito y los delincuentes, pero los más, no lo hacemos y en ese marco, llegado el caso de tener que elegir en las urnas, entre la amalgama de delincuentes reciclados y “cualquier cosa”, indudablemente volveremos a votar la incertidumbre.
El triste destino de los argentinos es que cada cuatro año no tenemos elecciones, sino la oportunidad de escapar prefiriendo al “menos malo” o al menos contaminado con tanta mugre y con ese concepto de escapar hacia delante, saltamos inexorablemente una y otra vez, al vacío.
Agencia OPI Santa Cruz