Por mucho tiempo se ha dicho que en un embarazo la forma de la “panza” es un indicativo del sexo del bebé. Ahora, una nueva investigación encontró que el sexo del recién nacido puede influir en el riesgo de algunas complicaciones relacionadas con la gestación.
El estudio, dirigido por investigadores del Departamento de Obstetricia y Ginecología del Centro de Investigación Biomédica NHIR Cambridge, analizó muestras de placentas y sangre materna de más de 4 mil madres primerizas, a quienes también se les realizaron estudios científicos detallados. Los hallazgos, publicados en JCI Insight, revelaron que el perfil genético de las placentas era muy diferente en relación con el sexo del bebé. En el caso de las placentas femeninas, éstas contaban con niveles más altos de una enzima producida por la espermina -sustancia involucrada en el metabolismo y esencial para el crecimiento de algunas bacterias.
Mientras que en las placentas masculinas, que tenían niveles más bajos de espermina, las células placentarias eran más susceptibles a los efectos tóxicos de un medicamento que bloqueaba la producción de espermina. En los varones esto se asoció con un mayor riesgo de crecimiento fetal deficiente y una menor probabilidad de preeclampsia, que aumentó en las niñas. “En el embarazo y el parto, el sexo del bebé está a la vanguardia de la mente de muchos padres, pero ni siquiera pensamos que la placenta tenga sexo.
Este trabajo muestra que la placenta difiere profundamente según el sexo”, señaló Gordon Smith, autor del estudio. Estas diferencias, explicó, alteran los elementos de la composición de la sangre de la madre e incluso pueden modificar el riesgo de complicaciones en la gestación. “Una mejor comprensión de estas diferencias podría conducir a nuevas pruebas predictivas y posiblemente a nuevos enfoques para reducir el riesgo de un mal resultado del embarazo”, puntualizó.
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