PUNTO DE VISTA
Un desamor llamado Argentina

"La Patria es un dolor que aún no sabe su nombre", decía el escritor Leopoldo Marechal. Quizás su nombre sea el de Argentina.


Por Andrés Borbore Muriel -- Con frecuencia escuchamos frases acuñadas a fuego en el decir popular como estas: “¡Y qué querés con este país!”, “Los argentinos no tenemos arreglo”, “Somos los peores del mundo”, “Qué país de m…”, “Somos una vergüenza internacional”, “El mundo está hablando de nosotros”. Todas estas frases populares esconden un profundo dolor que se manifiesta públicamente, a viva voz y con desprecio por lo que es común a todos los que habitamos la Argentina.

“La Patria es un dolor que aún no sabe su nombre”, decía Leopoldo Marechal. Quizás su nombre sea el de Argentina.


¿No nos duele escuchar hablar así de lo que uno quiere? ¿No nos duele hablar así del lugar donde crecerán nuestros hijos? ¿Podemos ser tan cínicos de pretender que nuestros niños sean felices en un país que es una vergüenza? Como extranjeros en nuestra propia Patria, nos envolvemos con un siniestro atuendo y revestimos nuestro vocabulario con hirientes dardos venenosos. Estériles y destructores. Carentes de Esperanza. Carentes de Futuro.

¿Por qué hacemos eso, querido lector? ¿Por qué hablamos así de lo que es nuestro? ¿Por qué hablamos así de nosotros mismos? ¿Por qué nos dirigimos a las cuestiones comunes como si lo hiciésemos desde la otra orilla del río? ¡Que nadie secuestre nuestro Futuro! Argentina necesita de argentinos que la quieran. ¡Que nadie se apropie de lo nuestro! No permitamos que nos roben nuestras vidas y la condenen antes de terminar la partida.

Nuestro futuro no se sostiene desde las infinitas miserias y vicios de algunos. Nuestro Futuro se sostiene en la Esperanza de dar la batalla de todos los días. Presentemos el mejor rostro para identificar las cosas nuestras. Pongamos la imagen de nuestros seres queridos adentro de la foto de la Argentina y desde allí nos lancemos a la diaria.

Ya decía Joaquín V González en un bellísimo texto: “¡Trabajo va a tener el enemigo para desalojarme a mí del campo de batalla! El territorio de mi estrategia es infinito, y puedo fatigar, desconcertar, desarmar y aniquilar al adversario, obligándolo a recorrer distancias inmensurables, a combatir sin comer, ni tomar aliento, la vida entera; y cuando se acabe la tierra, a cabalgar por los aires sobre corceles alados, si quiere perseguirme por los campos de la imaginación y del ensueño. Y después, el enemigo no puede renovar su gente por la fuerza o el interés, que no resisten mucho tiempo, y entonces, o se queda solo, o se pasa al amor, y es mi conquista, y se rinde con armas y bagajes a mi ejército invisible e invencible”. ¡Esa es nuestra conquista!