Con acciones que garantizan una “Iglesia pobre para los pobres”, Francisco renovó la comunión entre los fieles y el liderazgo eclesiástico. Asumió, sin medias tintas, un rol político mundial.
Ciudad de Vaticano - El papa Francisco cumple hoy cinco años como líder de la Iglesia católica, un puesto que renovó con una actitud pastoral que se tradujo en una inédita apertura de la institución. Un cambio que le vale la admiración de los fieles y el recelo de los sectores más conservadores del clero. El recorrido de Jorge Bergoglio como líder espiritual de más de 1.200 millones de católicos ha estado marcado, desde su ascenso en 2013, por su decidida vocación pastoral, sintetizada en una frase que Francisco no se cansa de repetir: "una Iglesia pobre para los pobres".

Para los expertos, es un Papa que, con vocación pastoral, atiende los casos particulares en vez de los dogmas y mandatos rígidos. "Hay una apertura fresca. Se puede volver a hablar abiertamente", opinó Thomas Schüller, experto en Derecho Canónico en la Universidad de Münster. "No le cortan a uno la cabeza por hablar claro", añadió. El sumo pontífice cumplió su promesa de ir "a las periferias". Nombró cardenales de regiones lejanas y visitó países como Corea del Sur y Bangladesh.
También, a nivel social, se centró en los marginados e invitó a gente sin techo y a refugiados al Vaticano y se reunió con presos o con personas desfavorecidas. Lleva así a la práctica su prédica en pos de "pastores con olor a oveja". En sus mensaje al mundo y especialmente a América Latina, región que visitó en cinco ocasiones, Francisco se ha mostrado sensible a los problemas sociales y ha denunciado sin cesar uno de los grandes males de la sociedad moderna: el aumento de la brecha entre ricos y pobres.
Un modelo de Iglesia que se inspira a las enseñanzas de Pablo VI, el papa que modernizó la institución en los años 1960 y que propone como ejemplo al arzobispo salvadoreño Oscar Romero, la "voz de los sin voz". A los dos los proclamará santos este año. Su denuncia del capitalismo extremo y el "Dios del dinero", que generan pobres, desigualdades y amenazan al medio ambiente, llevó incluso al absurdo de que el sectores políticos lo catalogaran como un Papa "comunista".

Sus adversarios -públicamente liderados por el exprefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, al cardenal alemán Gerhard Müller- opinan que las medidas modernizadoras de Francisco van demasiado lejos, principalmente las referidas al documento Amoris Laetitia (La alegría del amor). Incluso han llegado a acusarlo de herejía. "El Papa del fin del mundo" tampoco suma amigos dentro de la Curia cuando en sus discursos navideños denuncia frente a los miembros del aparato administrativo de la Iglesia las enfermedades que carcomen a la institución, en referencia a la arrogancia, la vanidad y la corrupción, aspectos tan lejanos al catolicismo pastoral que él pregona.

Creó en marzo de 2014 la Pontificia Comisión para la tutela de Menores, dedicada a salvaguardar a las víctimas. "No hay absolutamente lugar en el ministerio para los que abusan de los menores", afirmó entonces. El mes que viene, la comisión pondrá en marcha el "Grupo Consultivo Internacional de Supervivientes" (ISAP), una nueva plataforma que agrupará las voces de quienes sufrieron pederastia. Y para corregir su error, envió un emisario a Chile a investigar las acusaciones contra Barros. Admitido el lugar político que ocupa como jefe de la Iglesia, Francisco cumplió en estos cinco años un rol activo en la diplomacia mundial.
El planeta vive la "tercera guerra mundial a pedacitos", advirtió varias veces, condenando con mayor claridad que sus antecesores flagelos como el terrorismo y la guerra civil en Siria. Contribuyó a impedir una invasión de EE.UU. a ese país, defendió a los inmigrantes y los refugiados, fue clave en el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos y contribuyó a las negociaciones de paz de Colombia con las FARC. Muchas veces, ese activismo, sobre todo en conflictos históricos en el continente, ha sido comparado por sus críticos con lo que califican de tibieza en la mayor crisis que vive América Latina hoy: la crisis venezolana. No obstante, analistas consideran que el Papa se priva de realizar condenas altisonantes para guardarse una última carta como posible mediador cuando las condiciones estén dadas. Situación similar afronta en Argentina, donde alrededor de su figura se reconfiguró una grieta. Un tironeo que evita que Francisco quiera volver a su casa en el futuro inmediato.
Agencias AFP, DPA y Europa Press