Vamos a ordenar la información. Desde que desapareció el San Juan hasta este momento no hay noticias concretas del submarino, no se encontró un sólo rastro.
“Ingreso de agua de mar por sistema de ventilación al tanque de baterías N°3 ocasionó cortocircuito y principio de incendio en el balcón de barras de baterías. Baterías de proa fuera de servicio. Al momento en inmersión propulsando con circuito dividido. Sin novedades de personal mantendré informado”.
Luego no hubo ningún otro contacto. “Puede ser que esté navegando y que el problema sea con las comunicaciones. No hay que aventurar. Puede haber un montón de fallas o averías. No quiero dramatizar con este tema”, dijo Balbi, por entonces. Ayer la Armada dio detalles del principio de incendio a bordo. Las causas de la entrada de agua podrían ser, según los expertos, una falla en la válvula del snorkel, que se abre para permitir el ingreso de aire y se cierra para impedir la entrada de agua. Todo indica que el submarino sufrió un desperfecto. Un submarino cuya reparación la ex presidente presentó con bombos y platillos.
De acuerdo con la información judicial, existieron numerosas denuncias de corrupción: baterías que debieron ser reemplazadas y fueron replacadas, jueces, no sólo Oyarbide, que se hicieron los distraídos y archivaron las denuncias. Hasta la semana pasada, referirse a las bombas que dejó el kirchnerismo era una metáfora del estado de la economía. Desde el dramático momento en que se detectó en el mar “un sonido consistente con una explosión”, aquella parábola amenaza con convertirse en una frase literal.

Existen preguntas más inquietantes aún que deberíamos hacernos. ¿Cuántas bombas reales a punto de estallar quedan ocultas detrás de la cosmética que instaló el populismo? El populismo no se ocupa de las cosas invisibles; no se interesa por la infraestructura, por el funcionamiento de lo que queda por debajo de la mirada pública. Todos son artilugios y mascaradas. Conservamos el archivo fresco de los disfraces de Cristina. La Cristina que exhibía su rolex presidente y sus joyas, la Cristina combatiente del Vietcong cuando viajó a las Seychelles e hizo escala en Vietnam, la Cristina pastora evangelista del primer tramo de la campaña y la Cristina vendedora de empanadas que vimos en Tucumán.
Veremos qué nos depara la Cristina que asumirá mañana en el Senado. La propia ex presidenta se encargó, personalmente, de botar “al agua pato” al ARA San Juan, después de una reparación envuelta en sombras. Existen fuertes sospechas de que la reparación de media vida del submarino fue, como casi todo en aquellos doce años de gobierno, una estafa. Las preguntas inquietantes son varias y es necesario conocer las respuestas cuanto antes.

Tuvimos la respuesta de esto último con la tragedia de Once. ¿Cuántas tragedias de Once potenciales nos dejaron? Es imposible parar el país hasta hacer un inventario y comprobar el estado de las entrañas de Estado. Fueron décadas de abandono, de desidia, de saqueo. Acaso vivamos en un inmenso campo minado y el gobierno deba moverse con absoluta cautela antes de dar un paso, de enviar un avión militar al cielo o un barco al mar. En ese campo minado nos movemos todos nosotros a ciegas.